Simone y su sombra siempre
van juntas a todas partes. Simone piensa que la lleva todo el tiempo por detrás
pegada a sus pies, que su sombra la acompaña sin rechistar allá donde ella
quiera ir, pero la realidad no es así. La sombra de Simone no va siempre por
detrás, de hecho, va cambiándose de lugar cuando se le antoja, eso sí, siempre
pegada a los pies de Simone. Tanto cambia de lugar que muchas veces se pone
delante y parece ser ella la que guía a Simone. Cuando Simone se la encuentra por
delante, se sorprende, pero no piensa demasiado en el porqué y se entretiene en
hacer todo lo posible por no pisarla.
En realidad, sin que
Simone lo sepa, es su sombra la que guía sus pasos. Su sombra se comunica con
ella constantemente, diciéndole lo que le gustaría hacer y adonde querría ir. Simone, al oír la voz de su sombra, la confunde con su voz interna, con su propia voz, y
la sigue como si fuera la suya. Su sombra no tiene la intención de dirigirla, únicamente
se manifiesta. Es cosa de Simone el confundir las voces y dejarse llevar por la
que no es.
En su seguir de los días
a veces Simone siente de golpe que se está equivocando, que eso que ella
pensaba que quería hacer o que le gustaba ni le gusta ni lo quiere hacer.
Entonces cambia de rumbo. Siempre que a Simone le pasa esto, de pronto se siente
más ligera y hasta le cambia el humor. Deja de enfadarse por cualquier cosa y
parece que tuviera más paciencia con el mundo y con ella misma. Además, en
estas situaciones, a Simone le parece ver que, acto seguido de darse cuenta de
su confusión, algunas partes de su
sombra se volvieran más claras. Ella lo
achaca a que en esos momentos de claridad interna lo ve todo más claro por
dentro y por fuera, pero en realidad su sombra sí se vuelve más luminosa,
incluso sonríe y le guiña un ojo, pues cada vez que Simone consigue escuchar y seguir
su propia voz ella se quita un peso de encima.