miércoles, 9 de enero de 2013

Simone canta en un musical


A Simone le encantan los musicales. En algún momento de su vida, a Simone le encantaría vivir la situación en la que un desconocido se pusiera a cantar de pronto en el autobús y que el resto de pasajeros comenzara a hacer los coros. Si además se pusieran a bailar entre las barras y a deslizarse por el pasillo, muchísimo mejor. Así se sentiría dentro de un musical y se cumpliría uno de sus sueños. Tan sencillo como eso. 

Sin embargo, en lugar de vivir entre acordes y melodías envolventes, Simone se siente rodeada de sonidos estridentes. El claxon de la moto del chico que viene a recoger a su novia en la casa de al lado; el perro del vecino que se pone a ladrar cada vez que Simone se asoma al balcón; el golpeteo de los pies del vecino al subir las escaleras; ¡como no!, el mítico camión de basura alrededor de la media noche y el legendario butanero que aún sigue avisando de su llegada al barrio con varios toques de claxon y agitando las bombonas unas contras otras. Con tanto sonido discordante, el silencio es tan ansiado por Simone como vivir en un musical.

Una noche, cuando el butanero soñaba con su época legendaria de conquistas y  el basurero con un mundo sin desperdicios, Simone se vio envuelta en silencio. Asomada a la ventana, mientras respiraba el fresco nocturno del verano, Simone notó una extraña presencia. El perro estaría durmiendo, el chico de la moto ya habría dejado a su novia en la casa y el vecino se habría cansado de subir y bajar escaleras. El caso es que por una vez desde no se sabe cuándo, Simone no escuchaba nada más que silencio.  Entonces comenzó el musical.

Las primeras notas fueron de percusión. Simone tardó varios segundos en comprender que el sonido provenía de su corazón. La sorpresa en la que se encontraba no le impidió reconocer que era la mejor percusión que había oído en su vida. El ritmo, dado por los tambores de una batería acariciados por escobillas, era claro, lento y acogedor.

A las pocas notas se unió un bajo, ¿o era un contrabajo? Simone siempre se había sentido más atraía por la elegancia de los contrabajos que por la modernidad del bajo, por eso decidió que si había un bajo en su orquesta interna sería un contrabajo. No necesitó prestar mucha atención para descubrir que el sonido provenía precisamente del bajo vientre, justamente de debajo del ombligo... O estaba loca o era su útero resonando a su propio ritmo, diferente al del corazón pero armonizado con él.

Su cuerpo resonaba por el pecho y por el bajo vientre mientras Simone esperaba expectante que apareciera el cantante y la sacara a bailar por los tejados de su barrio bajo la luna llena.

La sección al completo de vientos la sacó de su expectación de un susto. Esperaba que los instrumentos melódicos fueran incorporándose, pero no contaba con que fuera de forma tan repentina. Al momento, los violines hacían de las suyas y Simone no pudo esperar a que llegara alguien y la sacara a bailar. Ella sola, cortejada por toda la orquesta, comenzó a improvisar la letra de la canción como si la hubiera cantado siempre mientras se subía a la cama para verse cantar de cuerpo entero en el espejo de la habitación y se deslizaba por la barandilla de la escalera de su portal. La mañana la sorprendió entonando los buenos días sobre el claxon de la moto mientras el perro se unía con sus ladridos a la percusión.

Ese día Simone caminaba envuelta en armonía musical en dirección, como cada mañana, a la parada de autobús. Al subir las escaleras miró al conductor y le sonrió. La percusión estaba preparada, los vientos también. El coro, por fin, la estaba esperando. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario