Simone se levantó
una mañana y dejó todo lo que se fue encontrando en su día.
En la cama dejó el
cansancio.
En la cocina, las
dependencias.
En el baño y el
armario, las apariencias.
En el salón, la
tecnología.
En la calle, más
tecnología y apariencia.
En el trabajo, el
trabajo.
En el gimnasio, el
sufrimiento.
En los bares, la
necesidad.
En los
supermercados, la ansiedad.
En la
farmacia, las adicciones.
En su casa, su
pasado.
En su pasado, su
futuro.
En todo, su identidad.
Por la noche, no
le quedaba nada.
Se había vuelto
loca, decían algunos.
Estaba poseída,
decían otros.
Y ella
nunca se había
sentido tan ella.
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