martes, 16 de octubre de 2012

Poseída



Simone se levantó una mañana y dejó todo lo que se fue encontrando en su día. 

En la cama dejó el cansancio.
En la cocina, las dependencias.
En el baño y el armario, las apariencias.
En el salón, la tecnología. 
En la calle, más tecnología y apariencia. 
En el trabajo, el trabajo.
En el gimnasio, el sufrimiento. 
En los bares, la necesidad.
En los supermercados, la ansiedad.
En la farmacia,  las adicciones.
En su casa, su pasado.
En su pasado, su futuro.
En todo, su identidad.

Por la noche, no le quedaba nada.

Se había vuelto loca, decían algunos.
Estaba poseída, decían otros.

Y ella
nunca se había sentido tan ella. 

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